Con las recientes fusiones, las multinacionales de semillas transgénicas y agrotóxicos están preparadas para vadear juntos las aguas agitadas por la caída de los precios de materias primas agrícolas.
Las compañías que controlan los insumos agrícolas en todo el mundo, esto es semillas, agrotóxicos y fertilizantes, acaban de fusionarse en nuevos colosos. A finales de 2015 Dupont y Dow Chemical anunciaron su coalición en una sola compañía por un valor global de 68 mil millones de dólares. A principios de este año el dragón chino de agroquímicos ChemChina compró Syngenta, transnacional de origen suizo, por 43 mil millones de dólares. Y en las últimas semanas la alemana Bayer acaba de comprar Monsanto por 66 mil millones de dólares. Seis empresas se fusionaron en tres en menos de un año. Según los cálculos más conservadores, estos colosos controlarán el 63 por ciento del mercado global de agroquímicos, además del dominio directo del 61 por ciento de las semillas transgénicas.
Estas fusiones responden tanto a la preocupación inmediata por minimizar pérdidas ante el fin del auge de una década de precios altos de las materias primas agrícolas, así como al interés de mediano plazo por consolidar el control oligopólico y corporativo de alimentos.
Los precios de las materias primas agrícolas han comenzado a desplomarse desde el año 2013. La caída de los precios de la soya y el maíz transgénicos es consecuencia directa de la sobreoferta de estos granos en el mercado mundial. El declive del precio del petróleo también afectó al sector del agronegocio debido a que los biocombustibles no están en situación de competir con los combustibles fósiles que son más baratos. En este escenario de cambios rápidos, los negociantes de pesticidas, fertilizantes y semillas transgénicas están presionados a reducir sus precios y costos de producción, además de poner freno hasta cierto punto a su ambición por capturar la mayor parte de las ganancias generadas por el régimen alimentario dominante.
Desde que Monsanto impuso sus semillas transgénicas y agrotóxicos como el glifosato, los precios de los insumos agrícolas se multiplicaron a un ritmo sin precedentes. El periódico estadounidense The Wall Street Journal señala que el precio de las semillas de soya transgénica aumentó más de 305% entre 1996 y 2015 mientras que en el mismo periodo el precio de las cosechas de soya habría aumentado tan solo en 31%. Este escenario por demás favorable para las corporaciones antes que para los productores primarios, sumado al estancamiento en el aumento de los rendimientos agrícolas, expresa una suerte de agotamiento del modelo controlador de patentes pero pobre en nuevas innovaciones tecnológicas. El uso indiscriminado del glifosato ha provocado la aparición de una veintena de supermalezas resistentes a este herbicida, en consecuencia, está induciendo alzas en los costos de los agricultores por el uso de agrotóxicos cada vez más agresivos.
El interés mayor es alcanzar a mediano plazo un alto grado de control económico y político de carácter global para enfrentar la recesión actual y sentar bases para una nueva fase ampliada del agronegocio corporativo. Las megafusiones implican el fortalecimiento económico de un grupo pequeño pero muy poderoso de corporaciones que ya eran oligopólicas. Además de eliminar la competencia entre ellas y eliminar a las pequeñas empresas, tendrán mayor capacidad para fijar precios especulativos y establecer modelos de negocios consistentes, por ejemplo, en una mayor o total dependencia de las semillas transgénicas y pesticidas específicamente formuladas para su uso combinado o en paquete. De hecho el mayor temor de mucha gente es que la farmacéutica Bayer al haber adquirido los patentes y contratos de Monsanto también estaría en posición de poner en nuestras mesas comida que no es sana.
Las megafusiones significan también mayor poder político para las corporaciones. Podrán contrarrestar con mayor fuerza la resistencia de la sociedad civil, de los países pobres o los bloqueos legales de los países europeos contra la propagación descontrolada de transgénicos y pesticidas. Los nuevos monstruos ejercerán mayor presión para que la legislación que limita la mercantilización de la tierra, los bosques y los alimentos sea anulada, relativizada y vulnerada en los hechos. Muy pronto cuando el control oligopólico sea mayor, tendrán ilimitadas capacidades de chantajear cualquier esfuerzo por resguardar la biodiversidad, el respeto del medio ambiente, la sostenibilidad de los pequeños productores, la salud de los consumidores y la dignidad de los seres humanos.
Los colosos de las semillas transgénicas y agrotóxicos son más poderosos y están preparados para vadear juntos las aguas agitadas por la caída de los precios de materias primas agrícolas.